sábado, 9 de octubre de 2010

Post 11 de Septiembre: Los estados fallidos como amenaza internacionall

En el periodo comprendido desde el fin de la Guerra Fría y hasta el 11 de septiembre los llamados países en desarrollo o del Tercer Mundo perdieron interés en la agenda político-estratégica de las potencias de Occidente. Este hecho permitió que los temas humanitarios y del desarrollo tuvieran una oportunidad. En los organismos internacionales se planteaban los retos del subdesarrollo pero a la vez se veía con optimismo la posibilidad de alcanzar las metas globales en esta materia. Muestra de este interés fue el Índice de Desarrollo Humano (IDH) presentado por primera vez en 1990 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo: “El IDH es un proceso que amplía las oportunidades de las personas. Las más importantes son disfrutar de una vida larga y saludable, recibir educación y disfrutar de unos estándares de vida dignos. Otras oportunidades incluyen la libertad política, el respeto por los derechos humanos y la autoestima… Partiendo de esta premisa, el Informe plantea estrategias de desarrollo humano para el decenio de 1990, en las que se subraya la importancia de reestructurar los gastos presupuestarios, incluidos los gastos militares, y de crear un entorno económico y financiero que propicie el desarrollo humano.” (PNUD, 1990) El índice mide cada año el avance en estos aspectos y resalta tanto los logros como las deficiencias estatales.

A pesar del diagnóstico de pobreza, inequidad, conflicto y muchas veces gobiernos autocráticos, se planteaba cierto grado de optimismo frente a la capacidad y voluntad de estos estados: “Los países en desarrollo han realizado progresos significativos en materia de desarrollo humano. Durante las últimas tres décadas La esperanza de vida en el hemisferio Sur aumentó de 46 años en 1960 a 62 años en 1987. El índice de alfabetismo adulto creció de 43% a 60%. La tasa de mortalidad de niños menores de cinco años se redujo en la mitad. La cobertura de la atención médica primaria se amplió al 61% de la población, y el acceso a agua potable aumentó a un 55%. Y, si bien el número de habitantes en los países en desarrollo creció en 2.000 millones, el incremento en la producción de alimentos sobrepasó el aumento de población en aproximadamente un 20%. Nunca antes tanta gente había visto una mejoría tan palpable en sus vidas. Con todo, este progreso no debe generar complacencia. El mayor reto para la década de los noventas continúa siendo la eliminación de la inmensa carga que representa la privación humana. Más de 1.000 millón de personas siguen viviendo en condiciones de pobreza absoluta, casi 900 millones no saben leer ni escribir y 1.750 millones carecen de agua potable, 900 millones no saben leer ni escribir y 1.750 millones carecen de agua potable”. (PNUD,1990)

Esta mirada cambió a partir del 11 de septiembre de 2001; a pesar de reconocer como autor del ataque a las Torres Gemelas al grupo islámico Alqaeda -una organización extremista con presencia en países en desarrollo pero también con células activas en el mundo desarrollado-; fueron los estados inestables y llamados fallidos los que se convirtieron –según los expertos- en los principales sospechosos de facilitar el terrorismo internacional. De repente la mirada cambió, de la preocupación por el desarrollo se pasó a la preocupación por la seguridad internacional, estos estados se transformaron en el tema prioritario en la agenda de seguridad mundial.

Según los analistas los estados fallidos eran la principal fuente de la inseguridad del planeta y se constituían en el reto más importante para el siglo XXI. Este diagnóstico fue compartido por gran parte de los expertos norteamericanos y europeos en seguridad internacional y posteriormente adoptado como política nacional norteamericana y como política comunitaria en la Unión Europea.

Casi una década más tarde la Política de Seguridad Nacional 2010 de los Estados Unidos reconsidera la prioridad dada a los estados fallidos o débiles, considera que las principales amenazas las constituyen las armas de destrucción masiva, el terrorismo y particularmente en el grupo extremista Alqaeda. Aunque se menciona a los "estados en riesgo" dentro del subtítulo “Invest in the Capacity of Strong and Capable Partners”, la referencia a la peligrosidad de los estados fallidos, presente durante la primera década del siglo apenas si se menciona. Frente a los estados llamados en riesgo en 2010, la política exterior norteamericana, se compromete con acciones preventivas, la promoción del bienestar, el fortalecimiento de las fuerzas de seguridad para garantizar la seguridad interna y externa. (White House, 2010, pág. 27)

No obstante, aún en medios académicos, políticos y de toma de decisiones, los estados fallidos y los débiles constituyen un serio peligro para la seguridad, los intereses de los Estados Unidos y de la Unión Europea y para algunos una amenaza al sistema internacional en su conjunto.

viernes, 8 de octubre de 2010

De la agenda para el desarrollo a la agenda de seguridad internacional

El fin de siglo dejó atrás el enfrentamiento entre grandes potencias y trajo consigo nuevos retos y dificultades. Reducir el riesgo de la amenaza nuclear, tan latente durante la Guerra Fría, creó un ambiente optimista y permitió dar paso a nuevos temas en la agenda internacional. Se creyó, por ejemplo, en la hegemonía única del gran vencedor: Los Estados Unidos; las Naciones Unidas, a través del Índice de Desarrollo Humano, promovió temas como la necesidad del desarrollo y la lucha contra la pobreza; la revolución tecnológica permitió una nueva ola de globalización: comunicaciones al instante, flujos de dinero sin precedentes, información antes mediada e intervenida empezó a fluir con libertad por las redes virtuales. El mundo cambió. No obstante, también reaparecieron -con mayor visibilidad- preocupaciones tradicionales como los conflictos internos en el llamado Tercer Mundo, las diferencias fronterizas, los conflictos internos, el hambre o mejor las hambrunas, la enfermedad, la tiranía y la pobreza extrema. Las cadenas de noticias podía, por primera vez, transmitir todo el horror y las acciones bélicas en directo.

El siglo XXI inició con aproximadamente 190 estados, algunos de ellos aparecieron con el fin del siglo debido a la desintegración de la ex - Unión Soviética y Yugoslavia, la recuperación de la soberanía en Europa del Este; y los nacionalismos en África y Asia. En todos estos lugares se crearon nuevos actores internacionales algunos mejor preparados que otros para asumir las responsabilidad estatales internacionales e internas.

"In 1914, in the wake of decline of the Ottoman and Austro-Hungarian empires, there were fifty-five recognised national polities. In 1919, there were fifty-nine nations. In 1950, that number reached sixty-nine. Ten years later, after the independence movements in Africa, there were ninety nations. After more African, Asian, and Oceanic territories became independent, and after the demise of the Soviet Union, the number of nations increased dramatically to 191; East Timor’s independence in 2002 brought that total to 192". (Rotberg R,2003)

La preocupación por las deficiencias estatales no es un asunto reciente. Ya desde los tiempos de la descolonización e independencia se dudó de la capacidad de algunos estados para gestionar su futuro y sus recursos, se desconfió de su preparación para participar como actores internacionales, pero sin embargo, se les reconoció el estatus de estados independientes y soberanos.

Lo que sí es reciente es la asimilación de debilidad o fallas estatales con la inseguridad internacional. Para los especialistas a estos estados solo les espera mayor inequidad, conflicto y pobreza, situación que llevaría a la comunidad internacional a reconsiderar su soberanía e intervenirlos como parte de la responsabilidad mundial.

Hace no muchos años se les conocía como países en desarrollo o del tercer mundo, sin ninguna adjetivación que comprometiera su intención de contar con un mejor futuro o de amenazar el planeta, eran países con un cúmulo de necesidades que requerían apertura de mercados, acceso a la tecnología, apoyo y cooperación pertinente -no la recibida bajo el marco de la Guerra Fría-. Hoy, aún en el discurso de las agencias para el desarrollo se encuentra los términos failed states o failing states como uno de los mayores retos para la humanidad en el siglo XXI.

Como se mencionó arriba, a la vuelta de un siglo el número de estados se triplicó y no son solo los fallidos los que causan preocupación sino los llamados estados débiles o frágiles, diagnóstico que multiplica el potencial factor generador de inseguridad internacional "organized crime needs a legal order to subvert in order to make real profit as well as a certain minimum of financial, economic, and physical infrastructure in order to flourish. For this reason, it is not the failed state, but the failing state, which has the greatest attraction for international terrorism and organized crime... I argue that ultimately, it is the failing state, not the failed state, that encourages international terrorism and organized crime. The failed state, in contrast, poses more threats to regional security than to international security". (Mair,2008)

¿Pero qué son los Estados Fallidos o por desfallecer? ¿Qué responsabilidad tienen los paìses desarrollados en la realidad de estas naciones? ¿Cuáles son los peligros que representan para el sistema internacional y la humanidad? ¿Cuál es la mirada norteamericana y europea? A pesar de que al parecer el tema paso de la agenda del desarrollo a la agenda de seguridad internacional ¿Es la cooperaciòn para el desarrollo verdadera cooperaciòn para el "desarrollo"?

Referencias:
Rotberg,R. (2003) Failed States in a World of Terror.
Mair,S.(2008) A new approach: The need to focus on failing states. Harvard International Review. www.harvardir.org